domingo, 6 de septiembre de 2015

Un libro de vez en cuando: Hombres buenos


Acabo de terminar de leer el último libro de Pérez-Reverte: ¡Me ha encantado!

Ha servido para reconciliarme con el autor, a quién admiraba como escritor, siguiendo todas sus novelas y, lo más importante, como persona. En los últimos tiempos, la verdad que habían sido frustrantes los acercamientos a sus libros (que esperaba con la ansiedad que sentimos ante nuestros autores favoritos) como el último capítulo de Alatriste, el libro del Dos de mayo y alguno más que me llevaron a dejar de leerle.

Me anime a volver a intentarlo gracias a una entrevista que vi en televisión (no recuerdo el programa) y sus palabras me devolvieron a aquella persona que admiraba y a quién tuve ocasión de conocer en una charla impresionante que dio a un grupo de chavales, animándoles a leer.

La novela es magnífica en su estructura, con el sistema que ha utilizado de intercalar los momentos en los que iba documentado los escenarios de la historia y reconstruyendo a los personajes, con el desarrollo de la trama.

"Pero eso no ocurre sólo con libros ya escritos, sino también con libros por escribir, cuando es el propio viajero quien puebla los lugares con su imaginación. Eso me ocurre con frecuencia, pues pertenezco a la clase de escritor que suele situar las escenas de sus novelas en sitios reales. Pocas sensaciones conozco tan agradables como caminar por ellos con maneras de cazador y el zurrón abierto mientras una historia fragua en tu cabeza; entrar en un edificio, caminar por una calle y decidir: este sitio me conviene, lo meto en mi historia. Imaginar a los personajes moviéndose por el mismo lugar, sentados donde estás, mirando lo que miras. Comparada con el acto de escribir, esa fase previa es aún más excitante y fértil, hasta el extremo de que ciertos momentos de la escritura, su materialización en tinta, papel o pantalla de ordenador, pueden presentarse luego como acto burocrático y hasta ingrato."

Es amena, entretenida, divertida (son geniales las situaciones con los actuales académicos), con aventura y duelos (¡cómo los echaba de menos!) y, sobre todo, es un recorrido por el mundo de los valores, valores como la educación, la honradez, la bondad, la lealtad, el valor, el coraje... que cada día abundan menos.
Es un canto al diálogo, a la discusión filosófica, al pensamiento crítico, al valor de la educación y una crítica feroz al mundo de las apariencias, del dinero, de una política y unos políticos ineptos e incultos, a la mediocridad de los instituciones y a su utilización torticera.

"—Todos los recuerdos lo son... Todo lo vivido aprovecha, de una u otra forma. Excepto para los fanáticos y los imbéciles.(...)
Son los hombres inspirados los que iluminan al pueblo, y los fanáticos quienes lo extravían. Pero el freno que debe oponerse a los excesos de estos últimos no debe, en absoluto, coartar la libertad tan necesaria a la verdadera Filosofía."

El argumento nos sitúa en los tiempos previos a la Revolución Francesa, la Ilustración, en la que dos académicos de la Real Academia de la Lengua Española reciben el encargo de ir a París a comprar la Enciclopedia. A pesar de contar con la autorización del rey y un visto bueno relativo de la iglesia (formaba parte del Indice de libros prohibidos), la oposición a que el libro llegue a España, va a rodear la misión de los dos académicos de dificultades.
Es una novela histórica, plenamente actual. 





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